Despuntando las primeras luces del día llegué a Andújar, la verja del Botijo estaba aún cerrada y regresé de nuevo al coche, puse la radio mientras esperaba la llegada de un montero y no menos perdiguero, que mata los venados a siete y las perdices a dieciocho, y a un cetrero tragaldabas, pasaba el tiempo y pensaba en lo que me dijo su hermano "a este siempre hay que esperarlo", nervioso por el retraso bajé del coche, la verja estaba abierta y en el bar ya estaban desde hace un rato los susodichos, acompañados por los Moraleda, fue el primer despiste del día. Uno de ellos, el más incierto, devoraba una tostada, ajeno a las migas y el tintorro que en la junta le aguardaban, luego irían llegando Nono, su padre, los Bonilla, Moya...
En el sorteo me nombran y no me entero quizás por el acojone que ultimamente me produce la Benemérita, a la que no quito el ojo, segundo lapsus. El tercer fallo, creo que mal aconsejado por el postor, fue dejar el coche frente a mi puesto, las reses al verlo cruzaban el carril como balas o bien se volvían dándome cortes de manga.
Pasa la mañana entretenida y en tensión, en gran medida por las numerosas ciervas que casi sin poder verlas me entraban por detrás, rompiendo monte entre las crecidas jaras. A las tres menos cuarto, con muchas ganas de tirar y tras perdonar la vida anteriormente a tres venaetes, sube por el cortadero veloz, seguido por los perros, uno del mismo porte, en el primer disparo lo siento de culo y en el segundo lo vuelco, me embeleso mirando a una cierva y un horquillón y cuando vuelvo a mirar el venao abatido ya no está, cuarto desliz.
Termina la montería y comienzo a pistear, no veo sangre, cruzo rápido el cortadero, estoy casi una hora buscando, vuelvo en dirección al puesto y cuando me dispongo a cruzar al camino veo una gran mancha rojiza y a cinco metros, muy cerca de donde lo tiré, justo en el borde del cortafuegos con el monte, encuentro el venado, quinto gazapo.
Y todavía queda el último descuido, al igual que le ocurrio a nuestro amigo el pelón de carboneros por las sierras de su tierra, me desoriento por los carriles, me salgo de la finca y casi de Andalucía llegando pasadas las cinco de la tarde a la comida, pero todo lo malo tiene su recompensa, y es que en mayo me van a regalar una brújula.
A pesar de todo muy bueno fue el día que pasamos con el Grupo Miranda en el Piruetanal, destacando los buenos venados de Perico, los primos y Urbano y los gamos de Poncho, Popi y Fito, próxima parada el sábado, en El quinto de Majadillas, ¡como me ponen los cochinos!. A esto se le va viendo su fin...
5 comentarios:
Buena crónica, pero, lo que más me ha gustado... la foto de cabecera, jejeje. Te faltó pinchar la tablilla del puesto en la silla, jejejeje, le has cogido cosilla a los sepronas eh??
Un abrazo amigo.
Muy buena crónica Eduardo. EL sábado a primera hora tendréis que darme las pertinentes indicaciones que soy novato por tierra andaluzas y no quiero llevarme una receta de regalo, que no está la economía para hacer regalos a las arcas del Estado. Nos vemos pasado mañana, un abrazo.
Rafa habrá que darle las indicaciones oportunas a Javier. aunque no hace falta, por estas tierras la autoridad es cojonuda...
Veras como te quedas encantado de Sierra Morena, comarca mundial de lamontería.
Nos vemos el sábado amigos.
Da gusto leer esto, visto desde otros ojos y sin embargo ratificando lo que yo vi o me inventé, incluso mis cariñosas, o no tan cariñosas, burlas.
Siguiendo con ellas, al ver la foto de cabecera ahora entiendo el motivo del rozón que tenías en el chaquetón (Desde lo del Seprona te pegas demasiado a la tablilla, y esa tenía buenos filos).
Buenísima crónica y buenísimo el salchichón del cochino de la Onza.
Disculpa lo del chaquetón, yo no quería decirlo. La culpa es el Pelón... que se le salen las malas ideas... y me hace hablar.
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