Titulaba, con mucho acierto José María Ortega su última entrada en Tirando al Monte "Por alegrías", esa misma que a mi me ha contagiado por razones obvias la primera montería de la temporada de Monteros de Tradición, no solo por el éxito rotundo que demuestran las fotografías en la junta de carnes de La Onza de Gil, sino por ver esas caras de felicidad, por participar de ese espontáneo y sincero aplauso por el trabajo bien hecho, esas palmas que evidencian la unión de un grupo sólido cuyos principios son los de montear entre amigos a la antigua usanza, recuperando las costumbres y los valores de la genuina montería española de Sierra Morena.
Igualmente y al unísono la alegría se ha apoderado de mi al poder ir por primera vez con mi hijo de montería, al escuchar y responder sus muchas preguntas en relación con la caza, al oir las palabras que salieron de su boca cuando disparé y vio desplomarse un venado a la carrera, al avisarme que por el testero estaban entrando las reses, al verlo en la junta de carnes de un lado para otro, como loco, tocando las cuernas de los venados, al observar su cara de felicidad cuando llegaban los remolques, al enseñarle de como se tiene que estar en el puesto, de donde se puede y no se puede tirar y al darme cuenta de que se ha envenenado con la montería.
También me invade la alegría al darme cuenta de que todo no se puede matar, que se pueden ir los más grandes, que los pinchados unas veces se encuentran y otras no, que me cabreo menos, que aprendo de los errores y que volvemos felices a casa.
Pero las alegrías algunas veces se tornan en penas, como es este caso, ayer mismo la administración o los gobernantes o el orden y la ley o como quieran llamarse me han tomado por lo que no soy, un "Jordi" (Dícese del individuo que abandona su puesto, se camufla entre las jaras y dispara a los vecinos), van a por todas y quieren por puro capricho robarme lo que más me gusta.
Esta foto que el sábado me hizo mi hijo en el puesto posiblemente no podrá repetirse en algún tiempo y tendré que quedarme en casa, ojalá así no sea.